jueves, 20 de noviembre de 2014

Ética y moral en la sexualidad. ¿Son necesarios unos valores y principios morales en sexualidad?

Podemos entender  ética como un juicio de valor sobre qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, discernir  lo que nos conviene de lo que no nos conviene.

Por su lado la moral puede entenderse como: “un conjunto de creencias, costumbres, valores y normas de una persona o de un grupo social, que funciona como una guía para obrar[1]”.

Los valores y principios morales son los caminos que nos guían para alcanzar una socialización plena y adaptada al entorno social en el que vivimos. Según van cambiando y avanzando las costumbres de las poblaciones estos principios se transforman con ellas, pudiendo hablar de tipos de moralidades: represivas, permisivas, liberalistas, etc.

La moral y la ética son elementos inherentes de la humanidad al igual que la sexualidad y por ello nos planteamos la cuestión de si la sexualidad actual necesita de una ética y moral, de unos principios y valores concretos que guíen a los seres humanos en esta parcela de sus vidas y vivencias: ¿se hacen necesarios? ¿Qué puede ocurrir si los obviamos?

Corremos el riesgo de entender estos principios y valores sobre la sexualidad como algo privado que cada uno cultiva, partiendo  de la idea de ser un campo puramente subjetivo en el cual nadie debe entrar a imponer sus creencias. El riesgo es sobre todo para los más jóvenes pues pueden quedar a merced de modas como la comercialización de la sexualidad, del capitalismo sexual, del consumismo sin escrúpulos y del libertinaje sexual, confundiendo la libertad individual con el libertinaje salvaje y egocéntrico. Por ello desde la educación hablamos de la educación en valores la cual desea que los jóvenes hallen una vida personal y social equilibrada, desde la libertad y la solidaridad, respetando los límites de esta libertad, dignificando la sexualidad y fomentando que puedan enfrentarse de forma crítica a la realidad.

Educar en valores, desde una ética y moral del respeto, la tolerancia, la diversidad y la dignificación de la sexualidad se hace plenamente necesaria.

Varios caminos hemos ido adoptando en occidente con respecto a la sexualidad y su manera de entenderla moral, ética y antropológicamente, sin ánimo de ser exhaustivo veamos estos caminos[2]:

   1)      Modelo represivo: cultura judeocristiana. Idea básica: la sexualidad es negativa y dañina, salvo el sexo para la reproducción dentro del matrimonio. El hombre es visto como: impetuoso, desbordante, atrapado bajo el instinto carnal el cual si deja crecer dentro de sí arruinará su moral, por lo que hay que educar  en la represión de los instintos. Comprenden que el hombre es débil y comete fallos, por lo que pueden ser perdonados ante el arrepentimiento. La masturbación y prostitución son vistas como vías para el desahogo. La imagen de la mujer: no tiene sexualidad, solo útero. Destino: ser virgen, soltera, esposa y madre, casta y asexuada.  No está permitido la fantasía sexual ni para hombres ni para mujeres.
2)      Modelo burgués: Doble moral burguesa: la sexualidad es  buena para los varones pero mala para las mujeres. El discurso oficial acerca de la sexualidad es negativo, pero en círculos masculinos es positivo y en el que impera el fanfarroneo y la competición de ver quién es el que más mujeres consigue seducir para conseguir favores sexuales. La imagen de la mujer es doble, están las puras y castas nombradas madres y esposas, las cuales sirven para el matrimonio y las “putas” que son las que se dejan seducir y asumen su sexualidad sin pudor, estas segundas son para las experiencias extramaritales.
  3)      Modelo capitalista permisivo: con la llegada del capitalismo vivimos para la búsqueda del ocio y el tiempo libre. Se comercia con todo y la sexualidad no va a ser menos, es vista como parte de este ocio, se convierte en un producto muy lucrativo y para su venta y goce se debe rebajar la moralidad judeocristiana y educar para el disfrute y el derecho a una sexualidad más permisiva. La sexualidad es buena para todos. Esta vez el discurso también es doble: por un lado se cientifica: permite aprender técnicas y maneras de satisfacer más adecuadas y por otro el discurso pornográfico que vende la sexualidad como mercancía.  La imagen que importa ahora en el varón es su capacidad para otorgar orgasmos a la mujer (de la cantidad pasamos a la calidad), la sexualidad se convierte en un trabajo para el que hay que estar cualificado, él es el responsable de su propio placer y sobre todo del placer de la mujer. La mujer es pasiva, no es dueña de su placer pues depende del buen hacer de su esposo, este debe saber mantener  la erección prolongada, conseguir que ella sea multiorgásmica y quede siempre satisfecha, lo que provoca disfunciones sexuales, ansiedad por pensamientos de incompetencia sexual y angustia. La fantasía más extendida es la de conseguir el orgasmo simultaneo.

Nuestra sociedad actual arrastra mitos sexuales provenientes de los tres modelos, pues cada uno de ellos trata de una manera parcial y reduccionista al ser humano de manera general y a la sexualidad en concreto. Ninguno de estos tres modelos parece funcionar actualmente  ya que no ayudan a que las personas se desarrollen de manera sana e integral.

Estos modelos tienen ciertas semejanzas, pero también notables diferencias  con los tres modelos clásicos de la antropología sexual:


1)      Emancipador: liberación del sexo de las garras del Estado y la Religión. Ataque a la moral represora y religiosa tradicional. La sexualidad es una necesidad biológica que ha de ser liberada y no reprendida. Liberación sexual como liberación humana. Críticas: visión política de la sexualidad y reducir esta a pura animalidad.

2)      Liberal: Romper con las viejas ideas represoras victorianas, se intenta acabar con la doble visión moral de la permisividad sexual para el hombre y represora para la mujer. Se mantiene la irrenunciabilidad del matrimonio, pero este es visto como un acuerdo más permisivo, ambos cónyuges pueden decidir y consensuar tener relaciones extramaritales si lo desean.  Sexualidad responsable, no discriminatoria, ni represiva, ni manipuladora.
3)      Personalistas: El amor es la guía de la sexualidad, el amor humaniza al ser humano. Hombres y mujeres como seres sexuados tienen una responsabilidad personal y social.

En este caso parece que la sociedad puede alcanzar una plenitud sexual si atendemos a los rasgos positivos del modelo emancipador y liberal, en cuanto a ver a hombres y mujeres como iguales en derechos humanos y sexuales, sin guerras de poder, una simetría sexual donde ambos son igual de importantes y valiosos y tener en el amor un aliado, para alejarnos de las relaciones vacías, amor entendido como afecto y respeto  hacia uno mismo y hacia el otro.

Y desde la educación sexual hablamos de una serie de modelos que han ido superponiéndose  en relación a la sexualidad y su forma de ser entendida y educada:

1)      Modelo moral: modelo basado en ideas religiosas. El sexo es visto como un don de Dios que no puede banalizarse y utilizarse de cualquier manera y es a través del matrimonio donde este se consagra.  La abstinencia y el autocontrol son dos de los valores a los que aluden y en la educación de las habilidades sociales para decir no a la sexualidad. Visión represora.
2)      Modelo médico: basado en la prevención secundaria y terciaria, cuando hay riesgo inminente de un problema con la sexualidad o ya ha sucedido (educación apagafuegos).  Los valores que enseñan van asociados a aspectos como la higiene y la prevención de riesgos.  No se habla de los aspectos positivos de la sexualidad, es un modelo reduccionista centrado en el problema y la enfermedad.
3)      Modelo revolucionario: revolución sexual, la sexualidad es positiva, búsqueda del placer sexual a toda costa. Poseen una metodología directiva en la que se nos enseña o adoctrina en técnicas útiles para el mejor aprovechamiento de nuestra sexualidad. Se enseñan habilidades sociales para decir si a la sexualidad. Crítica feroz al patriarcado.
4)      Modelo integrador o Biográfico-profesional  (según Félix López): El propio sujeto decide el camino de su sexualidad, el profesional ayuda  a conseguir el bienestar personal y social. La sexualidad no se reduce a genitalidad, se amplía el horizonte a todo el cuerpo y la mente (mapa corporal). Se educa en asertividad, en toma de decisiones y en habilidades de comunicación. Se acepta el principio de diversidad, incluso no se habla de sexualidad sino de sexualidades, pues cada uno la vive a su manera.

El modelo integrador es el que utilizamos actualmente desde la educación sexual, ya que acoge en su regazo las bondades del modelo médico y del revolucionario, pues la prevención de riesgos es importante pero quedarnos solo en ella no ayuda a que las personas consigan un desarrollo integral y saludable, por ello atendemos a la visión positiva de la sexualidad que se recoge en el modelo revolucionario, su visión de la igualdad de género y de la educación para la erotofilia[3].

En la actualidad, en cuanto a valores y principios morales, nos movemos en la dualidad dicotómica extrema entre el modelo represivo (judeocristiano) y el permisivo/revolucionario. Se nos insta constantemente a reprimir nuestros impulsos, educamos con el silencio ante la sexualidad, se nos dice que el sexo es algo sagrado, un privilegio humano que no debemos banalizar  o de manera radicalmente opuesta, permitimos todo comportamiento como válido pues no hay que constreñir la libertad sexual del individuo y la sexualidad no es más que otra conducta común sin importancia, el resultado es una esquizofrenia bipolar en la que, sobre todo, los jóvenes se ven envueltos. Atendiendo a las palabras del filósofo y pedagogo español José Antonio Marina Torres en un artículo suyo titulado: “incoherencias de la sexualidad” podemos entender perfectamente esta dicotomía histérica actual:

“¿Por qué vamos a escandalizarnos por el turismo sexual o por la paidofilia si la relación sexual es un simple intercambio de estremecimientos agradables? La trivialización lo trivializa todo. (…) A veces nos parece un pasatiempo intrascendente y a ratos una realidad trascendental. O banalizamos el sexo o la sacralizamos. Oscilamos entre una sexualidad del chimpancé o de arcángel, y no nos salen las cuentas ¿Qué hacemos[4]?”

Como decía el poeta Horacio (65 AC- 8 AC): “la virtud es el punto medio entre dos vicios opuestos”, los vicios y mitos que aportan los modelos permisivos y represivos, han de mitigarse a través de la búsqueda del equilibrio entre ambas partes. Una de las herramientas clave de la educación para combatir este desmerito es la educación en valores.  El objetivo primordial es que las personas aprendan a vivir, escogiendo como quieren que sean sus vidas, ayudándoles a que sean críticos con los mandatos que la sociedad les inculca. Para ello se trabaja a partir de elaborar unos principios acordes con la salud y el bienestar psicológico y físico:

  • Educar para un consumo responsable no solo de objetos inertes sino de personas y relaciones, acabamos viendo al otro como un mero objeto que utilizamos y dejamos caer cuando ya no nos sirve, reemplazándolo por otro nuevo.
  • Utilización responsable del ocio y el tiempo libre. No solo a la hora de marcar tiempos, dentro de la sexualidad podemos correr el riesgo de que esta se frivolice de tal manera que se convierta en un entretenimiento vacio que al terminar nos deje con un malestar psicológico (tristeza postcoital[5]).
  • Valores de igualdad: para que una relación afectiva sea sincera y sana tiene que partir del principio de igualdad, nadie puede sentirse con más poder que la otra parte, puesto que entonces la relación se intoxica y pudre.
Al final parece que practicamos más sexo que sexualidad, nos volvemos coitocentristas y nos olvidamos de otros placeres que van más allá de la penetración, haciendo que, al fin y al cabo, nuestras acciones queden vacías de valor. La educación sexual vuelve a ser la clave para orientar a todas las personas, a lo largo de su ciclo vital, sobre la adquisición de valores que les ayuden a hacer su día a día un poco más feliz y saludable.



[2] Datos hallados: material de la ponencia de Julián Fernández de Quero en el Máster de Sexología y Terapia de pareja de la AEPCCC en Madrid, edición 2012-2013.
[4] Datos hallados en: Equipo de ponentes de SPIDO (2009) .La sexualidad y la educación sexual en el marco de la educación para la salud y para la igualdad de género. Murcia.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

¿Qué es la sexología positiva? Hacia una sexualidad global y placentera.

El termino sexología alude a la ciencia que estudia la sexualidad humana de forma sistemática, abarcando amplias cuestiones como erotismo, enamoramiento y amor entre otras manifestaciones humanas. Es una ciencia en auge que comparada con otras grandes ciencias es una recién nacida que comienza a entenderse así misma[1].
Autores y autoras relevantes para la sexología a lo largo de su  historia han sido: Sigmund Freud, Alfred Kinsey, William Masters y Virginia Johnson y Helen Kaplan.

¿Y por qué hablamos de una sexología positiva?

Desde la psicología nace, en la década de los 90 del pasado siglo, una corriente que postula que, hasta entonces, la psicología había contemplado al ser humano desde la patología y los déficit y que eran nuevos tiempos como para avanzar un poco más y centrase en otros aspectos más “positivos” del ser humano, por lo que cierto grupo de expertos deciden centrar su atención y  estudiar con detenimiento las capacidades, fortalezas, competencias y funcionamiento optimo de las personas. Uno de los grandes autores de la psicología positiva es Martin Seligman (1942) y para él la psicología positiva es: “un término sombrilla para el estudio de las emociones positivas, los rasgos de carácter positivos y el mejoramiento de las instituciones[2]”.

A esta “ciencia” se le critican tres aspectos básicos por los que en teoría no debería ser reconocida como tal, de manera muy concisa las críticas son las siguientes:

  • Utiliza expresiones y términos coloquiales, haciéndolos pasar por términos técnicos, estos conceptos no son un objeto material de estudio (no posee un lenguaje técnico apropiado).
  • No tiene constructos teóricos propios pues estos emanan de la psicología “tradicional” o como ellos la denominan de la psicología negativa.
  • No tienen técnicas ni herramientas propias y las herramientas que utilizan aun no se ha comprobado científicamente su eficacia a la hora de tratar a los pacientes.
En la actualidad hay una seria discusión sobre estos planteamientos con la gran incógnita de considerar a la psicología positiva como una ciencia válida. Una guerra que promete dar mucho de qué hablar.

¿Entonces por qué unir a la sexología el adjetivo de positiva?

La razón básica es por el trato que se le ha dado a la sexualidad durante siglos, un trato que la ha llevado al ostracismo, al mito, a los tabúes y se la ha secuestrado de su valor positivo. Hoy entendemos la sexualidad como una fuente de bienestar y placer del ser humano, una parte más de la personalidad, un espacio inherente a la humanidad por el hecho de ser sexuada. Como ejemplo podemos indicar el trato que desde siglos atrás se le han dado a ciertas peculiaridades sexuales pues en un principio se les dominaron con el peyorativo nombre de perversiones sexuales, pero el tiempo y las nuevas conciencias han ido borrando esta negatividad sobre el hecho sexual, y en la actualidad el término perversión ha sido borrado y cambiado por el de peculiaridades sexuales, más acorde con la diversidad y la visión positiva de la sexualidad[3].

La idea básica no es crear de la nada una nueva corriente científica denominada sexología positiva como un esqueje superfluo, bastante tenemos con que la sexología en si misma pueda concebirse como disciplina única e independiente, más bien siguiendo los postulados de Goldiamond (1974), donde focaliza en una de sus premisas el prestar atención a los aspectos positivos del desarrollo de las personas, consideramos que la sexología debe atender a lo positivo y constructivo del ser humano, alejándonos del modelo puramente médico donde la atención se centra en el diagnóstico de un problema o de conductas “anormales” a combatir.

La sexología positiva estudia la sexualidad humana de forma integral y alude a la necesidad de alcanzar una sexualidad positiva y placentera. Por otro lado lucha contra las ideas y visiones nocivas que ha dejado el patriarcado sobre la sexualidad, lucha contra la desigualdad, el sexismo, y la visión reduccionista de las relaciones eróticas, abocadas a la mera penetración (coitocentrismo), a la mera búsqueda del orgasmo como objetivo inicial y final (orgasmocentrismo), a la preponderancia del pene como objeto de placer por excelencia (Falocentrismo) y a ver las relaciones heterosexuales como las “normales” y válidas (heterocentrismo). Una lucha que tiene como bandera a la educación sexual, pues ella marca el camino que nos aleja del oscurantismo y nos acerca al bienestar y desarrollo integro del ser humano.

Aun queda mucho camino por recorrer, muchos mitos y tabúes que eliminar, hemos de dar paso a una educación sexual que de permiso a la gente para conocerse mejor y quererse más. Por ello, de momento,  no es baladí unir al sustantivo sexología el adjetivo positiva, para recordarnos el camino a seguir; tarde o temprano decir sexología/sexualidad positiva será burdamente redundante, pues todos podremos entenderla desde el bienestar y la búsqueda de felicidad, pero hasta que ese día llegue, podemos mantener este adjetivo que nos marca el rumbo hacia dónde dirigirnos. 



[1] Para gran parte de la comunidad científica la sexología aun no se entiende como disciplina científica, en gran medida por el escaso kilometraje que lleva, pero estamos en ello.
[2] Datos hallados en: Piña López, J.A (2014). La Psicología Positiva: ¿ciencia y práctica de la psicología? Papeles del Psicólogo. La psicología del trabajo y las organizaciones en tiempos de crisis económica (2ª parte). Vol. 35 (2), pp.144-158.
[3] Para saber más sobre este tema acudir a: http://jalomanda.blogspot.com.es/2014/10/de-las-perversiones-las-peculiaridades.html

DELIRIOS Y LOCURA

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